La Semana del Nobel: cuando la ciencia ocupa el lugar que merece
Hay fechas que brillan con luz propia. En Suecia —y muy especialmente en Estocolmo— esa sensación se hace palpable: es la Semana del Nobel. Un homenaje anual al conocimiento, a la curiosidad humana y a todas las personas que han dedicado su vida a ampliar los límites de lo posible.
Los Premios Nobel se entregan desde finales del siglo XIX para reconocer contribuciones extraordinarias a la humanidad en áreas que nos definen y nos transforman: física, química, fisiología y medicina, economía, literatura y el Premio Nobel de la Paz. A lo largo de los años, este galardón ha generado anécdotas, curiosidades y también mitos —como aquel que dice que el Nobel de Medicina rara vez lo gana un médico—, pero hay algo que nadie discute: para muchos científicos y científicas, recibir un Nobel es un sueño que acompaña toda una carrera.
El origen de un legado universal
Alfred Nobel, industrial e inventor sueco, fue un hombre inquieto y polifacético. A lo largo de su vida registró más de 350 patentes, entre ellas la dinamita. Sin descendencia directa, decidió que su fortuna debía servir para impulsar el progreso humano. Así nació la Fundación Nobel, encargada de administrar y preservar el espíritu de su testamento: premiar a quienes, con su trabajo, hiciesen del mundo un lugar mejor.
La fecha de la ceremonia tampoco es casual. Cada 10 de diciembre, día de la muerte de Alfred Nobel, Estocolmo se viste de gala para celebrar una de las ceremonias más emblemáticas de la ciencia mundial.
Una ceremonia que es casi una coreografía
Todo en torno a la Semana del Nobel es extraordinario. El Ayuntamiento de Estocolmo acoge cada año el mítico banquete, al que asisten más de mil personas. Las mesas se preparan durante semanas y más de cien camareros ejecutan un servicio milimétricamente sincronizado. Desde los años 70, la televisión pública sueca retransmite en directo una celebración que se ha convertido en tradición nacional.
En las calles, la misma energía: banderas en los autobuses, edificios iluminados, conferencias, actos culturales y una atmósfera que convierte la ciencia en parte de la vida cotidiana.
El proceso secreto que selecciona a los galardonados
La elección de los premiados es tan rigurosa como fascinante. El proceso dura prácticamente un año.
Cada septiembre se abren las nominaciones y tanto instituciones como premiados anteriores reciben invitaciones para proponer candidatos. A partir de ahí, las distintas academias estudian cada propuesta con absoluta confidencialidad.
La discreción alcanza tintes casi cinematográficos: el pendrive con los nombres finalistas está cifrado con diez dígitos y se autodestruye tras diez intentos fallidos. En el caso de Literatura, para evitar sospechas, los miembros del comité forran los libros de los candidatos con papel de periódico. Nadie puede saber quién están leyendo.
Una muestra más de que la esencia del Nobel descansa en tres pilares: independencia, excelencia e integridad.
El Museo Nobel: un viaje íntimo al corazón de la ciencia
En el casco antiguo de Estocolmo, en Gamla Stan, se encuentra un museo pequeño pero imprescindible. Allí descansan fragmentos de la historia científica: cartas manuscritas de Einstein, copias de artículos históricos, objetos personales de Marie Curie —según la exposición del momento— y piezas donadas por los premiados cada año.
Este 2024, por ejemplo, el museo ha incorporado una colección de vestidos de gala inspirados en cada disciplina; en el caso de la física, un diseño que evoca un universo de átomos desordenados.
También podemos encontrar réplicas de la vajilla del banquete y algunas medallas originales, símbolos tangibles de un reconocimiento que ha marcado la ciencia moderna.
Cuando un país entero celebra el conocimiento
La Semana del Nobel no es solo un evento: es una atmósfera. Universidades como la de Uppsala organizan conferencias con los premiados. Algunas escuelas recrean un banquete del Nobel para inspirar a los más pequeños. Es emocionante ver a niños y niñas acudir a clase vestidos de gala para disfrutar de una comida especial que celebra el valor del aprendizaje.
Suecia convierte la ciencia en tradición, en orgullo colectivo, en cultura viva.
El Nobel de Física: un reconocimiento que sentimos muy nuestro
Para la comunidad física, el Nobel de Física es especial. Es el reconocimiento a una manera de mirar el mundo y de transformarlo. Cada descubrimiento premiado es un paso más hacia la comprensión profunda de la realidad: desde la mecánica cuántica hasta la estructura de la materia o el comportamiento del cosmos.
Por eso, recorrer el Museo Nobel y encontrarse con objetos de nuestros referentes provoca una emoción especial.
Una semana para recordar por qué hacemos ciencia
La Semana del Nobel nos invita a celebrar el conocimiento, pero también nos recuerda algo esencial: detrás de cada avance hay personas. Vidas llenas de preguntas, de perseverancia, de incertidumbres y de pasión. Vocaciones que, como la de tantos miembros del COFIS, aspiran a mejorar la sociedad a través de la ciencia.
En Suecia, esta celebración llena las calles. Aquí, quizás la vivamos de forma más discreta. Pero su significado es el mismo.
Y, sobre todo, porque es un recordatorio de todo lo que podemos lograr cuando el talento, el rigor y la curiosidad se ponen al servicio de la humanidad.
Es la semana del Nobel, es la semana de la ciencia y del conocimiento .
Equipo de comunicación
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Equipo de comunicación
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